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¿Un viajecito?

Foto del escritor: Diana ChavarriDiana Chavarri

No me malinterpreten. No es mi intención invitarles a consumir alguna sustancia psicoactiva para darse un viaje, sino a permitirnos un pequeño viaje a la reflexión sobre un tema que parece que está de moda, pero es absolutamente necesario para la supervivencia. Me refiero al autocuidado, del cual soy aprendiz y practicante.


Quizá es un término que, como casi todos los que valen la pena, se ha banalizado, los influencers, lo aman para adquirir más likes, promover sus productos o los de las compañías que representan (debo decir que no siempre lo hacen con criterios éticos y científicos, sino por incentivos económicos en la mayoría de los casos).


El autocuidado se ha anclado también a actividades diversas como asistir a una sesión de spa, hacer un viajecito a la playa, salir a fumar un puro y tomar una copa con colegas, arreglarse las uñas, afeitarse en una barbería, salir de compras o adquirir la

proteína o el suplemento de moda. Creo que esas actividades son pasatiempos y a veces significa gastar el dinero que no se tiene, en una falsa idea de auto-complacencia y no necesariamente constituyen una práctica de autocuidado.


El autocuidado podría integrar algunas de esas actividades, claro, siempre y cuando sus efectos sean positivos en la mente, en el cuerpo y en el espíritu. Ante ello, debo decir que la cantidad de toxinas que metemos a nuestro cuerpo con varias de las

actividades que he mencionado es inmensa.


En otro artículo platicaré sobre lo que se sabe de los disruptores endocrinos; que baste por este momento decirles que lo más probable es que, si algo tiene olor o color artificial, muy seguramente está afectando nuestro sistema hormonal.


El Dr. Kyle D. Killian, en su artículo Self-Care: What Do Those Buzz Words Really Mean? asegura que el autocuidado lo hacemos ya de forma cotidiana y que, conocer su significado, lo hace más accesible, más ejecutable y más fácil de incorporarlo en

nuestras vidas y arroja dos ejemplos: 1) la consciencia plena con la mejora de la inteligencia emocional, y, 2) el ejercicio de ciertos hábitos y actividades tendientes a reducir el estrés.


Yo propondría, que el autocuidado se conciba como una filosofía de vida que se fundamenta en un sistema de creencias, patrones de pensamientos y hábitos tendientes a construir salud integral y que incluyen lo expuesto por el Dr. Killian, pero también la renuncia a pensamientos, relaciones y contextos no edificantes para la mente, el cuerpo y el espíritu.


En nuestro diseño perfecto como seres humanos, se dice que tenemos esas tres dimensiones (mente, cuerpo y espíritu), comunicadas entre sí, a las que podemos honrar, nutrir y edificar en nuestro diario vivir.


En el artículo anterior que escribí para Volición, compartía que los viajes al interior se han tornado escasos al vivir, casi todo el tiempo, en piloto automático y en largas jornadas de trabajo (y de Netflix). Por elección, automatismo a patrones culturales u obligación estamos ejerciendo una vida que demanda demasiado de nosotros mismos.


Yo solía estar disponible para atender asuntos de trabajo desde las 6 am, hasta las 11pm. En cinco años, creo que gocé solo de un par de días inhábiles y a mi mente la saturaba de trabajo todo el tiempo, invariablemente, estuviera, o no, en la oficina. Mis

días gravitaban ahí, en un trabajo que la mayoría del tiempo me apasionaba porque estaba segura del impacto social de mi contribución, pero, a la vez, me desgastó hasta llegar casi al hartazgo, con un costo muy alto en las tres dimensiones, aún y cuando en mis hábitos de vida estaban incorporados el ejercicio, la buena alimentación y el control emocional.


Para entonces, mi filosofía consistía en servir y en ser un instrumento para el impacto social. Muy utópico, muy aspiracional, pero incompleto. Sé que aporté a la sociedad,

pero no había hecho el viajecito. Ese que lo cuestiona todo.

Y de lo primero que empecé a cuestionarme fue mi filosofía de autocuidado. Así como me entrego hacia el aporte social ¿me estoy entregando a mi propio cuidado como persona? Ciertamente no. Requería una reingeniería y, como comenté al inicio, de renuncias y emprendí entonces un viaje de conocimiento que lo convierto en práctica todos los días.


Quisiera que cuestionemos el “para qué” del autocuidado. ¿Para qué invertir tiempo, energía y disciplina en los cuidados? ¿Qué es lo que queremos lograr al autocuidarnos? Honrar nuestra esencia humana implica reconocer su carácter sagrado y espiritual y por tanto cuidarla es un acto de reconocimiento, compasión y amor propio. Pero también creo que es conveniente para la sobrevivencia.


Yo quisiera no solo sobrevivir, sino supervivir. Tener una vida adulta funcional y llena de energía auténtica, autónoma, saludable y activa en la que evite a toda costa la dependencia a fármacos y especialistas, así como a ser una preocupación y carga para mis hijos. No es eso lo que les quiero heredar.


Quisiera provocar que cada lector y lectora se cuestione su propio “para qué” antes de embarcarse en el viaje de los “cómos” (manejo del estrés, ritmos circadianos, nutrición, ejercicio, toxinas, consciencia plena, relación con el entorno, etc.).


Sabiendo el para qué queremos autocuidarnos, nos ayudará a adherirnos a una nueva identidad. Entonces sí tendrán sentido y cabida los sistemas y los hábitos, evitando ser

seguidores autómatas de modas, consumismo e influencers.

Te invito a programar tu viaje.

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Guest
Mar 26, 2024
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