Max Weber, considerado como uno de los padres de la sociología moderna y la administración pública, dentro de su teoría de la burocracia, hizo referencia a la organización jerárquica del trabajo, en dicha jerarquización debe resaltar la especialización y profesionalización de los funcionarios públicos.
El mismo Weber, refería que la burocracia debe ser considerada como una forma de organización que resuelve de manera racional y eficiente los diversos problemas de la sociedad, para ello, el sistema burocrático debe tener una estructura sólida basada en la formalidad de las actuaciones proponiendo dentro de su modelo una serie de bases y características, entre las cuales destaca la “competencia técnica y la meritocracia”.
Al respecto, es dable referir que, la meritocracia se traduce en un “sistema basado en el mérito”, en otro orden de ideas, dentro del sistema burocrático, es necesaria la competencia efectiva y profesional para alcanzar los diferentes cargos públicos, de tal manera que las diferentes jerarquías deben ser otorgadas a aquellos que, en base a su talento y educación -coincidiendo con Platón y Aristóteles-, así como la aptitud para desempeñar determinado cargo, sean merecedores de las mismas.
Sin embargo, es el mismo Weber quien en su obra sobre economía critica la meritocracia existente en los grupos dominantes, pues refiere que los mismos justifican los diferentes privilegios de los cuales gozan gracias a los propios méritos de sus miembros. No obstante, en el servicio público limitamos esa meritocracia al hecho de encontrar mayores niveles de eficiencia en el sistema de la administración pública, donde, para ocupar determinado cargo, además de los méritos personales, hay que cubrir una serie de lineamientos que las leyes, reglamentos y manuales de procedimientos establecen, tales como perfiles, nivel de estudios, entre otros.
En virtud de lo anterior, y ante las diferentes teorías encaminadas a demostrar que la meritocracia, como tal, no es funcional, acuñaremos otro término también propuesto por Weber, me refiero a la profesionalización, a la cual se debe encaminar cualquier persona que pretenda ejercer cargos dentro de la administración pública, pues es aquí donde se demuestra que, quien ostenta un oficio, es especialista en el desarrollo de las actividades que le son encomendadas lo que, insisto, se encamina a una administración eficiente.
En México, existe ya un servicio profesional de carrera dentro de las instituciones de seguridad pública, asimismo, en materia judicial, así como en algunas dependencias de la administración pública federal, entendiéndose el servicio profesional de carrera como un sistema que tiene como objetivo la profesionalización de las y los servidores públicos.
Ahora bien, a pesar de que, en las dependencias antes referidas existe la meritocracia a través de la profesionalización y el servicio profesional de carrera, en las administraciones estatales y municipales, dicha manera de fomentar la eficiencia y la eficacia en la administración y en la gestión pública, pareciera inexistente, pues sigue dándose el compadrazgo en los puestos de primer y segundo nivel, colocando a personajes cuya capacidad dista mucho de la necesaria para tomar decisiones que favorezcan a la administración pública.
Mucho tiene que ver la manera en la que se ejerce la política mexicana y dentro de la misma la actualización profesional deja de ser una práctica para alcanzar la eficiencia a la que hacía referencia hace unos momentos, es decir, el cargo público no se ejerce por aquellos que cuentan con las habilidades para mantener y mejorar un desempeño eficaz, y de una manera detestable citamos de nuevo a Weber que refiere “hay dos formas de convertir la política en una profesión. O: vives para la política o de la política”, es decir, se convierte la política en una forma de alcanzar el poder para ganarse la vida, y no para el beneficio común.
Es por lo anterior que, el servicio profesional de carrera dentro de la administración pública es un albur que pocos políticos pretenden jugar, pues, de hacerlo, la manera de hacer política debería cambiar considerablemente y el poder, dejaría de ser para “poder”. Maquiavelo refería “los hombres van de una ambición a otra, primero, buscan asegurarse contra el ataque y luego, atacan a otros”, frase que se asemeja a lo que se realiza dentro de la administración pública y que se encamina a lograr adeptos para la causa de unos cuantos y no para la eficiencia del servicio público.
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