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El gran ausente.

Foto del escritor: Oscar David HidalgoOscar David Hidalgo

Ha llegado la navidad, esa época que para todos, pero especialmente para los niños, se vuelve la más esperada, las familias se reúnen para cenar, entregar obsequios, cenar y convivir; los niños disfrutan el ambiente que se vive en familia, pero gozan de abrir cada uno de los regalos que han recibido.


Cada reunión, cada obsequio, cada momento es único y valorarlo es esencial, pues año con año esta celebración será diferente, con el paso del tiempo habrá nuevos personajes, pero también se presentarán sillas vacías, lamentablemente, la vida es así y quienes se quedan deben estar predestinados a sobrellevar una pérdida.


Berta Erill Soto, en su artículo “el origen de la navidad”, hace referencia a como el emperador Constantino y el papa Julio I, decidieron celebrar el nacimiento de Jesús el día 25 de diciembre durante la época en la que conmemoraban las fiestas más tradicionales de los romanos, pues se tenía la certeza de su nacimiento y su origen divino, empero no se tenía exactitud de la fecha exacta.


Entonces, el cristianismo consagró el día 25 de diciembre como una fiesta religiosa, llena de significado para todos los que profesamos la religión católica, la celebración de mayor trascendencia para nuestra religión, pues de ella deviene el nacimiento de nuestro salvador, el que vino a este mundo para saldar la deuda que los seres humanos teníamos con Dios Padre.

En México, nuestra historia muestra diferentes festejos que preparan a los creyentes para el nacimiento del niño Dios, desde la manera de organizar las posadas, que simbolizan el peregrinar de María y José previo al nacimiento de Jesús, cuando iban rumbo a Belén, donde buscaron alojamiento y éste les fue negado; originalmente se realizaban dentro de los templos con las llamadas misas de aguinaldo y con el paso del tiempo esto se ha modificado a como hoy se conoce.


Dentro de las posadas, se rompe una piñata de estrella de siete picos, que simboliza la destrucción de los siete pecados capitales, dando un significado especial al palo que se utiliza para llevar a cabo este evento, pues la tradición reza que éste representa la virtud; de la misma manera, los dulces que caen una vez que se logra romper la piñata, representan las riquezas del reino de los cielos; los que participan en este evento, luchan entonces contra las tentaciones y el mal.


Como podemos ver, cada evento es relevante pues muestra parte de nuestra cultura, tradición y religión, pero, te has preguntado porque nuestra realidad ha cambiado, actualmente el festejo navideño se ha transformado en una política de consumismo, donde el interés y la economía toman las riendas del festejo, haciendo de lado el verdadero sentido de esta conmemoración.


Un conocido, que dice ser agnóstico, refería que él aprovecha estas festividades para reunirse con su familia y que lo mejor del festejo era el momento del brindis, el cual se lleva a cabo por la unión familiar y me cuestionaba que, como era posible que yo me dejara llevar por lo que la religión “impone”, citando a Marx y su frase “la religión es el opio del pueblo”, mi respuesta fue muy sencilla, solo le dije, lo hago porque CREO y CONFÍO, refiriéndole que conozco los orígenes de la festividad y a pesar de ello tengo fe en aquello que por generaciones se nos ha enseñado.


Hablar de Dios, de la fe y de la religión, puede generar malestar entre aquellos que dicen no creer; advertir que actualmente los centros comerciales son los que reúnen grandes masas, mientras que a los templos solo asisten unos cuantos, es, soslayar una verdad a medias pero que, además, implica un reto para aquellos que creemos y confiamos, reto que nos invita a poner manos a la obra y hacer que nuestro actuar hable de lo que creemos.


Espero y deseo de todo corazón que, estas fechas en las que celebramos en nacimiento de nuestro salvador, traiga paz y armonía en los corazones de usted amable lector y de su familia; lo invito a creer a confiar, a vivir y transmitir la paz que genera el creer, insisto, no existe valor más alto que el amor que Dios nos da, ese amor que nos exhorta a respetarte a ti mismo y a los demás “venciendo todos los vicios, la apatía, la falta de amor, la indiferencia, preparando el espíritu para aquello que viene y para proyectar aquello que se pretende llegar a ser”.


Que en estas festividades el niño Dios, no sea el gran ausente en sus hogares.

FELIZ NAVIDAD…


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