Se puede decir que, de manera inconsciente, los hombres ofrecieron su vida para preservar la vida y las mujeres su autonomía e independencia para que floreciera y se desarrollara.
- Rosado y García, 2018.
Lo sé, ni me quiere usted leer porque esto es cosa de feministas y en su casa no hay patriarcado. No vengo yo a juzgar sus dinámicas, ni sus creencias, las respeto profundamente. Le propongo que tengamos juntos un poquito de curiosidad, como mi hijo, que con su mente inquieta me ha llenado de preguntas y me ha llevado a investigar. No le voy a sermonear, soy una mujer común, aprendiendo. Permítame, por el contrario, compartirle. Venga, asómese.
Hace poco, mi hijo me preguntó: “Mamá ¿cómo es que tu primer apellido es de tu Papá y por qué el de tu Mamá va hasta el final, si saliste de su panza?” Imagine mi hámster, corriendo a mil para poderle dar una respuesta coherente: “por el patriarcado, hijo”, respondí. ¡Por supuesto que puso cara de ‘what!?’. Desde entonces, él me ha inundado de preguntas sobre ese sistema y yo he decidido informarme más. Y aunque, desde hace más de una década he tenido profundo interés en el tema, me considero una aprendiz.
Al día siguiente, me dijo: “oye Mamá, las mujeres deben trabajar menos y los hombres más porque ustedes son más delicadas y menos rudas”. Yo me pregunto, qué le hemos dicho o qué ha visto, para que piense eso. Le comenté que, a hombres y mujeres se les puede dar un trato delicado y que pueden ser y actuar con delicadeza, pero desde que son bebés, generalmente a los niños se les avienta al aire y se juegan guerritas y a las niñas se les acuna con fragilidad, y que casi siempre existe miedo de que los niños sean delicados, porque no son validados cuando no son fuertes, veloces y rudos.
Le pregunté si había visto que las playeras de los niños dicen ‘brave’, ‘curious’, ‘warrior”, ‘adventurous’ y las de las niñas ‘cute’, ‘beautiful’, ‘delicate’, ‘good girl’ y que esos son mensajes que nos hacen pensar que los hombres son rudos y las mujeres delicadas. El tema de la carga de trabajo la dejé para otro momento.
Días después me sorprendió diciendo “Mamá, pero no entiendo bien eso del patriar…”. Te explico el patriarcado, respondí (por fortuna teníamos bastante tiempo para platicar, pues íbamos caminando a la escuela), el patriarcado es un sistema muy muy viejo en el que el peso del poder entre hombres y mujeres es distinto y que está en desventaja para las mujeres, le dije. “Es que no puedo comprender eso que les pasa a las mujeres”. Te lo platicaré con algunos ejemplos, le dije.
Ahora, hombres y mujeres pueden ser dueños de casas y de terrenos; antes, las mujeres no tenían propiedades, nada era de ellas, sino de sus esposos o hijos hombres. Antes, ninguna mujer podía tener una cuenta de banco a su nombre y si necesitaban comprar algo se lo tenían que pedir a su esposo. Le comenté que no hace muchos años una mujer se tuvo que disfrazar de hombre para poder correr un maratón pues estaba prohibido que las mujeres compitieran porque decían que no eran capaces. En una época y algunas culturas las mujeres no podían salir a la calle sin estar acompañadas de un hombre. Antes las mujeres no decidían cuántos hijos querían tener, todos esperaban de ellas que siempre estuvieran embarazadas y que sus cuerpos siempre estaban desgastados y había mucho cansancio por todos los cuidados que tenían que dar, pero que ellas se tenían que cuidar solas. Las niñas no podían estudiar, luego, a las mujeres que hacían descubrimientos o investigaciones, se les quitaba el crédito y se lo daban a un hombre.
Y así, entre preguntas y reflexiones, el tiempo nos dio para otros tres temas que comparto en forma de diálogo:
- Hijo, ¿en tu salón han elegido a algún niño o niña para algo?
- Sí, al líder de la fila.
- Ah pues imagina que un día la Miss diga que solo pueden ser elegidos los hombres y que ninguna niña puede votar.
- Ah, pero ¿por qué? Es injusto.
- Así pasaba. Ninguna mujer podía votar ni ser votada como gobernadora, alcaldesa, presidenta, nada. Ellas aceptaban a quienes sus maridos querían elegir.
- ¿Sabes que las mujeres no tenían que trabajar fuera de casa? Era mal visto.
- Entonces ¿qué hacían Mamá?
- Tenían muchísimo trabajo en la casa y su jornada era como de 17 horas al día.
- ¿Y los hombres trabajaban solo como 8 o 10 horas?
- Sí, y casi todos llegaban a casa a ser atendidos por sus hijas y esposa.
- ¿Pero hacían algo en la casa?
- No, se sentaban a que los atendieran.
- O sea que las mujeres no podían descansar.
- No, desde la madrugada empezaban el cuidado de los demás y de los animalitos y se acostaban muy cansadas.
- ¿Y todo eso que dices Mamá, es el patriarcado?
- Sí, hijo, esas son expresiones del patriarcado y hay mucho más (no le quise hablar de la violencia física, la explotación sexual, menor acceso a la justicia y la brecha salarial). Por fortuna hemos cambiado muchas cosas, pero las han impulsado las mujeres.
- ¿Por qué los hombres no?
- No siempre les conviene Imaginas hijo, ¿que tú tengas que ceder algún privilegio? Por ejemplo, no poder jugar durante una hora porque es necesario tu tiempo para hacer más cosas en casa.
- Aaah nooo.
Y así, se nos fué media hora.
Al final, mi hijo dijo: “Qué bueno que soy un hombre. No quiero sufrir tanto como las mujeres. Qué irresponsables todas esas cosas”. Y así, a sus siete años, entendió el sistema de privilegios.
Días después de esa interesante conversación, me preguntó: “Mamá ¿por qué existe el patriarcado? Y ahora me encuentro leyendo sobre el nomadismo de hace doce mil años y los cambios sociales que trajeron consigo la sedentarización, la agricultura y la ganadería con la consciencia de la “posesión” de tierras y animales, así como del descubrimiento de la paternidad biológica, la consciencia del poder y la dominación masculina.
Me parece fascinante entender el origen del sistema patriarcal y las teorías que proveen explicación a muchos comportamientos, mandatos, dogmas, roles y reglas que hoy en día nos rigen y que sin duda están siendo desafiadas y transformadas por millones de personas -en su mayoría mujeres-.
Estoy consciente que el término “patriarcado” causa escozor, negación y rechazo. Por tanto, agradezco que haya llegado hasta estas líneas. Pero ¿acaso negamos la existencia de otros sistemas, como el capitalista? Me parece que negar la existencia del sistema patriarcal nos coloca en una burbuja de peligrosa ignorancia que podría estar perpetuando las grandes brechas de desventaja y oportunidades para al menos la mitad de la población mundial. Yo he decidido abrazar la curiosidad de mi hijo como si fuera propia y hurgar en cuestionamientos y en búsqueda de respuestas.
Debo decir, para cerrar, que este artículo ha sido leído y aprobado en su contenido por él.
¿Por qué tenemos un cerebro si es mejor pensar con el corazón?
-I. Aguirre
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