A últimas fechas mucho se ha escuchado hablar de la educación inclusiva y para ello, es necesario tener distintas estrategias de aprendizaje para atender las distintas necesidades de aprendizaje y que todos los alumnos tengan las mismas oportunidades de desarrollo.
La Organización de las Naciones Unidas para la Cultura, la Ciencia y la Educación (UNESCO), define la educación inclusiva como “un proceso para responder a la diversidad de todos los estudiantes, garantizando su presencia, participación y logros; atendiendo especialmente a quienes, por diferentes razones, están excluidos o en riesgo de ser marginados, por lo que es necesario definir políticas y programas educativos, con el fin de que la educación sea para todos”.
Se entiende que la educación inclusiva busca que todos los niños y jóvenes, puedan desarrollarse en el ámbito estudiantil, en especial aquellos que son vulnerables o con algún tipo de discapacidad, ahora bien, existen casos en el que hay niños quienes han sido detectados con aptitudes sobresalientes y que, de cierta manera, también necesitan atención especializada en donde se aprovechen esas aptitudes y habilidades para continuar desarrollando el aprendizaje del niño.
Uno de los muchos casos que requiere la educación inclusiva, lo podemos encontrar en las personas con trastorno del espectro autista o persona con autismo o con Asperger (autismo), tal es el caso de Mauricio, a quien con cariño le llaman Mauri, su mamá Egla Ramírez, comenta que el caso de su hijo es uno de muchos ejemplos de lucha en donde los padres de familia buscan que sean aceptados en las aulas de la educación.
Egla comenta que, cuando Mauri era pequeño, notaba que tardaba mas en desarrollar algunas cosas que a su misma edad su otro hijo ya había desarrollado, por ejemplo, tardo mucho para caminar, tenía dificultad con el control de esfínteres, además de que, tardó mucho para hablar.
Después de haberle realizado varios exámenes médicos, le dijeron a Egla que si operaban a Mauri, se le iba a destapar un conducto que tenemos entre la garganta y el oído, lo que lo haría escuchar bien, ya que, para ese momento, escuchaba como si estuviera debajo del agua por lo que no entendía las palabras y por ende no hablaba bien.
Posterior a la operación, Mauri comenzó con terapias del lenguaje y fue cuando le dijeron a Egla ¿No sabías que Mauricio tiene autismo?, siendo para ella y su familia algo completamente nuevo.
A partir de ahí, comenzaron las dificultades en el aspecto educativo para que fuera aceptado en las escuelas ya que, al explicarles que estaba diagnosticado con autismo, lo primero que les decían era que los maestros no estaban preparados para atenderlo “las escuelas siguen sin avanzar en muchas cosas e incluso hay padres que tienen que mentir para que sus hijos sean aceptados, aunque sea su derecho, como niños tienen el derecho de un espacio en la escuela”, dijo Egla, “en ocasiones tenía que recurrir a Derechos Humanos para que pudieran aceptar a Mauri en las escuelas” agregó.
Mauri, a los 10 años, comenzó a recibir tratamiento con una neuróloga pediatra, nunca fue a una escuela especial, pero recibió apoyo de USAER (unidad de servicio de apoyo a la educación regular), además, fue de suma importancia el trabajo que realizaban desde casa para obtener mejores avances.
Gracias al apoyo de la familia, la escuela, las terapias y los psicólogos, Mauri siempre fue cursando el año académico de acuerdo con su edad, actualmente tiene 20 años y se encuentra cursando la carrera de diseño gráfico y animación.
Así como Mauricio, hay muchos otros casos en los que niños y jóvenes requieren de atención especializada, en mi experiencia propia, puedo comentar que también un niño con aptitudes sobresalientes sigue siendo un niño especial.
Particularmente lo viví ya que Leslie, una de mis hijas, cuando cursaba su etapa de primaria, su escuela contaba con USAER en donde los psicólogos le realizaron varios exámenes pudiendo percatarse de que era una niña con aptitudes sobresalientes.
En primer año, que es cuando las escuelas comienzan a enseñarle al niño sus primeras letras y las actividades, ya no tienen como principal objetivo el de sociabilizar como en la etapa preescolar, Leslie, mi hija, ya sabía leer, escribir, sumar, restar, además, a sus 6 años, había sido detectada con un vocabulario como si tuviera 17 años, bastante más avanzado para su edad.
Ante aquello, Leslie fue integrada al grupo de USAER, en donde realizaba actividades diferentes a las de su aula de clases, se me había dicho que la impulsarían a seguir desarrollando su intelecto, pero solo le ponían actividades manuales y artísticas, por lo que sentí que se estaba atrasando en sus clases regulares, esto porque, las actividades las realizaban dentro del mismo horario de clases y no veía ningún avance extra en ella, al contrario, sentí que se estaba retrasando en sus clases, por lo que decidí retirarla de USAER y que se integrara nuevamente por completo a su grupo.
Cada que Leslie pasaba de grado y cambiaba de maestro, como mamá, acudía con sus profesores para hacerles saber que era una niña con aptitudes sobresalientes, que trabajaba muy rápido y se aburría, que le debían buscar más actividades ya que, como el resto del grupo, aún no terminaba, ella se ponía a platicar o se inquietaba.
En los dos casos anteriores, siendo muy diferentes, requieren de atención especial, de maestros capacitados para poder ayudarlos y apoyarlos a salir adelante, es por eso por lo que, al hablar de educación inclusiva, es necesario tener planes de estudio que faciliten el desarrollo y aprendizaje de los niños y jóvenes.
En el 2017, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), junto a los ministros de educación de América Latina y el Caribe (ALC), se comprometieron a desarrollar políticas inclusivas para “mejorar la calidad y la pertinencia de la educación”. Para cumplir con esto, las escuelas de cada país no deben tener mecanismos de selección ni discriminación de ningún tipo, y deben adaptarse para incluir a los diversos estudiantes y sus necesidades.
Es de imperante necesidad que las escuelas cuenten con infraestructura para los alumnos con algún tipo de discapacidad y el apoyo a los maestros en donde cuenten con la capacitación sobre prácticas inclusivas, además de un maestro de apoyo adicional y hago referencia a ello porque son muchos de los padres con hijos que requieren de algún tipo de atención especial quienes tienen que conseguir y pagar de sus ingresos a un “maestro sombra” que le ayuden a cuidar, en muchas ocasiones hasta controlar al niño y a llevar a cabo las actividades dentro y fuera del aula.
Todo niño tiene derecho a la educación y en la educación inclusiva no debe haber discriminación alguna en alumnos con alguna discapacidad, diversidad de etnias, lengua. religión, orientación sexual, entre otros, es necesario formar niños y jóvenes mejor preparados para el futuro.
Muy bien
Excelente nota, la educación inclusiva es todo un reto para padres e hijos, ojalá que pronto todas las escuelas tengan las herramientas necesarias para poder superar estas situaciones
que bueno que se estén dando más a conocer estos temas sobre todo con los adolescentes y niños!!